Gente de pelusa

Posted by Alan On noviembre 12, 2010 0 comentarios


Definitivamente algo en el porvenir debe tener consciencia de nosotros... Entre calles conocidas, entre reclamos por encontrar al más apto para morir, y además la manera más apropiada: 

Yo conduzco. El estéreo a tope como me gusta, siempre solo. Tu vienes acercándote justo seis cuadras más abajo (abajo y arriba, nociones que las calles no conocen en su horizontalidad). Orión (la bici) advierte que algo va mal, intenta hacerte desistir con sus fuerzas de objeto; oxidándose, atorándose, haciéndose vieja de repente. Pedaleas con ahínco, rabia contenida ///Nalga bicicletera/// de lejos me miras, fijas el blanco, tensas la cuerda, cruje el arco. Cruzamos la luz amarilla, golpe seco de lámina contra cuerpo, instante fugaz que nuestros ojos se miran, embarrados los tuyos al parabrisas, desvencijados los míos en los tuyos.

No me puedes quitar mis deseos: morir en una autopista en un accidente de autos a cientos de kilómetros por hora.

En la mañana gélida nos citamos. El collarín rosa no te sienta tan mal. El viento nos hizo crujir como árboles viejos. Mientras caminamos te miro sobre el hombro, cargando con la mochila de cruz roja, abarcando tu cuerpo baldado: no quería que te murieras.

Llegamos a la puerta del hospital. Tengo un hermano gemelo ¿lo sabías? creo que ni mis padres lo sabían. El olor es agradable, la vista no tanto. Los cadáveres se apilaban en los pasillos, la gente se movía con gravedad pero sin luto. Yo me movía igual que ellos porque no esperaba encontrarme con nadie, tu no estabas muerta, estabas allí conmigo. Encontramos varios retratos, seguramente alguno de mi gemelo muerto. Y el único que nos interesó fue el que tenía solamente el hueco de su silueta recortada.

///Está enterrado en un pozo///

Ya en la casa revolvimos los cajones buscando algo, (ya dime qué buscamos) salimos al patio con nuestro cachorro (aunque querías un gato) y comienza la tormenta terrible. El anuncio de la tormenta terrible, el estallido de los llantos del cielo, el berrinche cósmico, el pataleo, el aullido estridente de las nubes hinchadas y gordas.

///Esa noche llovió sobre nosotros///

Y el agua barrió con toda la suciedad. Formó Ríos, serpenteó en Arroyos. Nos volvimos a mirar y casi al mismo tiempo dijimos:

//No quiero que te mueras//


Foto: © 2010 Mariana Flores.

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