Mocosas y gatos viejos...

Posted by Alan On octubre 12, 2010 0 comentarios


Cuando al fin pude tenerte cerca de mí, solamente tuve la certeza de una cosa: No eras más que un renacuajo (una renacuaja). Estaba a punto de levantarme de la mesa un tanto turbado, pero tu mirada contrariada me alejó de aquella idea. Rápidamente te dije con el tono más conciliador que solamente iba al baño.

Esa manía mía de meterme con niñas va a terminar siendo mi perdición, recuerdo que desde los diez años me sentía magnéticamente atraído por mujeres jóvenes. ¿Qué puede tener de interesante una niña de 8 para un niño de 10? En estos momentos no estoy muy seguro de tener la respuesta, pero pueden preguntarle a mi psicoanalista por cualquier duda que tengan; el rufián no duda en hablar acerca de mi caso cada vez que se lo preguntan. Secreto profesional mis huevos.

Nos los voy a aburrir con la enumeración de mujeres comunes y corrientes que pasaron por mi vida, o la enumeración de las típicas mujeres atípicas que bien conocen. Quiero concentrarme únicamente en esa tarde en un café del centro, en la que sentados codo con codo, ella se revolvía en una interminable maraña de pensamientos oscuros, todos aquellos vanos, los temblores la acosaban sin tregua (siempre he pensado que el temblor voluntario es una especie de parafilia) Y al ver que yo simplemente sonreía; ella se sentía defraudada, humillada. Yo sé que mi risa era inocente, pero ella elucubraba cientos de motivos para hacer de mi risa una careta demoniaca.

///No se le puede hacer nada, no se puede, no, nada más que hacer…

Las mujeres y sus exégesis:
Si les dices que hagan un poco de ejercicio, entonces son gordas. Si les dices que sería bueno que leyeran un poco más de literatura latinoamericana, llegan a la antinatural conclusión de que les dices malinchistas y pendejas. Si digo que disfruto la fiebre entonces caigo en la peor de las lamentaciones para inspirar lástima.

Terminé de orinar y noté que me miraba desde el piso un gato viejo: la consumación de la decadencia hecha gato, -pensé-. Le habían cortado la cola, los bigotes habían desaparecido casi por completo, había zonas donde ya no crecía pelo y podía verse claramente su piel rosada y seca, estaba prácticamente en los huesos. Le dediqué una mirada de lástima.

El gato también me dedicó una mirada de lástima. 

Nos miramos tristemente... como en un espejo.






Foto: 2010 Asaki Toda